Luz Ángela Bustos y Alba Yaneth Álvarez, decidieron dedicar su vida a la educación infantil, más allá del salón, los pupitres y la pizarra, se encontraron con una marca imborrable en varios de sus estudiantes: El peso de la migración.

Sin voz, ni decisión y cargando emociones que pocas veces se reconocen, los más pequeños forman una maleta que ambas profesoras decidieron plasmar en un libro que aunque a simple vista parece infantil con cada palabra trasciende en una de las grandes problemáticas de América Latina.

“Muchos niños migran sin saber por qué, sin poder decidir. Se les lleva como a una maleta, sin preguntar, sin explicar. Así nació la metáfora. Y es precisamente esa imagen, la del niño convertido en equipaje, la que da forma a una obra que busca conmover por su honestidad y sencillez”, relató Ángela Bustos, su autora, en los micrófonos de ‘Amantes del Círculo Polar’.

Juguetes que desaparecen, idiomas que no se entienden, escuelas que no los aceptan, nuevas pérdidas y frases como “allí estaremos mejor” o “duerme con la ropa puesta” hacen parte de la narrativa de ‘El Niño Maleta’.  

Entre sus páginas, se abre una reflexión que trasciende fronteras y políticas para centrarse en el miedo a lo desconocido, la nostalgia por lo que se deja atrás y la esperanza que se reconstruye paso a paso. Sin dejar de lado la realidad que plasman las cifras de organismos internacionales, en donde más de 43 millones de niños en el mundo han sido desplazados de sus hogares.

“Pero mientras los adultos discuten sobre rutas y documentos, los niños se hacen preguntas más simples y más dolorosas: ¿por qué ya no vamos a mi escuela?, ¿qué pasó con mis amigos?, ¿por qué no me dejaron despedirme?”, agregó la docente.

Una de las apuestas más sensibles de la obra, es la inclusión de ilustraciones creadas por los propios niños participantes en los talleres, cuyos dibujos expresan lo que no siempre pueden decir con palabras. Entre trenes, casas partidas, mochilas abandonadas y juegos incompletos, también surgen nuevos amigos, caminos abiertos y reconstrucciones posibles. La imagen se convierte así en un lenguaje emocional, haciendo de este texto un espacio simbólico para sanar.

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